¿Alguna vez te has preguntado a dónde va el dinero? Con frecuencia escuchamos que el dinero se va como el agua. Y esto es porque igual que el agua, que es muy importante cuidar por el bien común de la humanidad (aun cuando parezca anuncio de Greenpeace), por el simple hecho de que dependemos de este líquido para sobrevivir, también hay otros recursos escasos y no renovables. Así como el agua, hay que cuidar el dinero; pensar en un fondo de ahorro se vuelve algo fundamental para anticipar cualquier situación de emergencia.
El dinero, como sabemos o por lo menos así lo consideramos, es un medio que nos permite cubrir necesidades y objetivos personales o colectivos. De la misma manera que el agua, nos cuesta trabajo hacerlo llegar a nuestra vida de forma abundante.
Podemos pensar que abrir la cartera es tan fácil como abrir la llave del grifo de agua. ¿Pero cuánto cuesta esta comodidad? Traer agua de ríos lejanos y plantas de tratamiento de aguas por medio de largas tuberías hasta nuestras casas, así como trabajar durante quince días para recibir el pago de la quincena, cuesta tiempo y esfuerzo.
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Es de vital importancia saber usar racionalmente cada gota de agua que consumimos y cada peso que obtenemos de nuestro trabajo. Tener una cultura de cuidado y prevención evitará que los recursos se acaben, o por lo menos alargarán su uso. El problema radica en el desconocimiento que tenemos acerca de cómo iniciar un fondo de ahorro efectivo.
¿Qué pasa cuando un día abres la llave y no hay agua, o cuando no hay saldo disponible en tu tarjeta o dinero en tu cartera? Hasta que nos vemos en una situación así, es hasta que pensamos en lo que significan nuestros bienes. También es en ese momento cuando llega a la mente la idea de crear un “guardadito” o reserva que nos permita cubrir necesidades en caso de emergencia.
Contar con un fondo de ahorro siempre será como un salvavidas en un barco o un paracaídas en un avión. Un seguro es precisamente ese respaldo que, similar a un fondo de emergencia, previene y ayuda a no quedar desamparado frente a alguna contingencia, como la invalidez, el desempleo u otros infortunios de la vida.
Un fondo de ahorro está al alcance de todos
A muchas personas les cuenta trabajo crear un fondo de emergencia porque “no les alcanza…” Este argumento que parece ser irrefutable es comprensible. Sin embargo, basta con pensarse a sí mismos al bordo de un barco sin salvavidas, o en un vuelo sin paracaídas, para recapacitar y hacer un esfuerzo por tener un ahorro que nos salve ante una catástrofe.
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El secreto es reducir tus gustos culposos. Disminuye los “gastos” cotidianos, como el de los numerosos cafés o cigarros que consumes, las idas al cine adicionadas con las típicas palomitas y refresco (que, por cierto, es la combinación más tétrica para la salud, pues el azúcar del refresco fija en las venas y arterias la grasa contenida en las palomitas), así como los más onerosos: deja a un lado los clásicos zapatos de ensueño cuando vayas de compras, porque en realidad no hacen juego con tu guardarropa, no necesitas y además cuestan una pequeña fortuna (la cual no se acerca nada a ser un patrimonio).
Si no puedes destinar un porcentaje de tu ingreso mensual, no te preocupes: basta con que uses el dinero que acostumbras gastar en cosas que no necesitas o que incluso perjudican tu salud para tu fondo de ahorro.
Algunos expertos recomiendan que este ahorro equivalga a cinco o seis meses de tu sueldo. Detecta tus gustos culposos y bájale a su frecuencia para crear tu fondo de emergencia. ¡Comienza ya!
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Fuentes: